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Mucho para hacer, y hay ganas…

 Por Clarin Rural
Los índices de la ganadería argentina están estancados desde hace años pero hay hay productores que comienzan a encerrar sus rodeos de cría.

Con la apertura plena del mercado chino para la carne vacuna se abre una perspectiva comparable a la llegada el buque frigorífico, a mediados del siglo XIX. Fue cuando se inició la Primera Revolución de las Pampas, la de la conquista territorial. El alambrado, los molinos, la alfalfa. Los Tarquinos para refinar el rodeo cimarrón. Los gringos para domar los pajonales, que antes se renovaban con fuego. Las chacras y las estancias.

Una enorme inversión que quedó ahogada en la historia, donde la epopeya de las pampas pasó a ser políticamente incorrecta por un raro designio masoquista. En tiempos recientes, los estudios de Carmen Ester Sesto intentaron poner las cosas en su lugar, en una reivindicación de aquellos pioneros que dieron lugar al primer “negocio país”, que hizo de la Argentina una potencia mundial al despuntar el siglo XX.

El segundo “negocio país” fue el de la soja, que nos explotó en las manos cuando de pronto irrumpieron miles de millones de nuevos consumidores de proteínas animales. También se convirtió en políticamente incorrecta, pero mientras tanto todos liban su néctar.

Así como en la expansión ganadera de hace 150 años el motor fue la demanda británica, ahora es China quien fogonea el boom de la soja. La necesitan para alimentar sus 700 millones de cerdos, sus complejos de acuacultura, sus mega tambos en expansión, sus aves. Todo bicho que camina y va a parar al asador tiene al menos un 30% de harina de soja en su dieta. No hay un sustituto conocido con mejor perfil de aminoácidos.

Pero ahora vienen por la carne. Aun cuando quieren llevarse el trabajo a su casa, no les resulta posible autoabastecerse de todas las carnes. La más costosa, frente a la escasez de recursos, es la carne vacuna.

La apertura plena lograda hace apenas quince días, en el primer gran logro de Luis Miguel Etchevehere al frente del Ministerio de Agroindustria (coronando el esfuerzo de años del Senasa y sus antecesores), acelera los tiempos. China ya era el principal cliente para la carne sudamericana. Uruguay construyó allá una marca/país de extraordinaria fortaleza., fruto de su excelente sistema sanitario, con trazabilidad individual y envidiable conducta comercial.

Ahora hay deberes para todos. Ya sabemos lo que tiene que hacer el Estado. Pongamos el eje en lo que tienen que hacer los productores. Hay un enorme contraste entre lo que está sucediendo con la producción porcina y lo que se ve en ganadería vacuna.

Esta semana el propio Etchevehere anunció un récord de faena de más de 6 millones de cerdos, una noticia extraordinaria porque la mayor oferta de carne porcina va a aliviar la presión de la demanda sobre la carne vacuna. Es lo que hace falta para poder exportar más sin la remanida tribulación de la “mesa de los argentinos”.

En los cerdos no solo está la respuesta puntual al abastecimiento doméstico. Está también el ejemplo de cómo progresar en la producción. Llaman la atención los índices de productividad alcanzados, que se encuentran entre los más altos del mundo. Casi 3.000 kg por madre y ¡por año! Instalaciones, genética, nutrición, manejo. Inversión.

Mientras tanto, los índices de la ganadería vacuna siguen estancados. Una imagen amarga, toda vez que hay también un stock de tecnología disponible que pocos aplican. La inseminación a tiempo fijo, destete precoz e hiper precoz (con desarrollos autóctonos como el Ruter que se usa más afuera que adentro), semen sexado. Nuevas variedades de forrajeras, disponibilidad de grandes contratistas para conservar forrajes.

Los pioneros que se animan a encerrar sus rodeos de cría para romper con la esclavitud del pasto de cada día. Mucho para hacer, y felizmente, ganas para ir al frente.

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