Glifosato: lúcidas reflexiones que refutan mitos fomentados por falsos ambientalistas
Por Juan Carlos Vaca – Agroverdad
La dosis hace al glifosato
Fuente : juninnews
Escribe Rody Moirón. Ingeniero Agrónomo. Conductor del programa Campo de Fuerza por FM Luna.
Philippus Aureolus Theophrastus Bombastus von Hohenheim fue un médico suizo del siglo XVI. Afortunadamente su vanidad lo hizo adoptar un nombre más sencillo con el que llegó a nuestros días: “Paracelso”, que significa “igual o mejor que Celso”, médico romano del siglo I.
Es el personaje principal del cuento de Jorge Luis Borges “La Rosa de Paracelso” y además, Junto a Agrippa, es uno de los 101 magos famosos que aparecen en los cromos de las Ranas de Chocolate en las películas de Harry Potter; en los libros su estatua aparece en Hogwarts.
Pero su mayor logro no fue ser un personaje literario sino hacer la observación de que una sustancia química puede ser inofensiva o hasta beneficiosa a bajas concentraciones pero venenosa a altas: “Todas las sustancias son venenos; no existe ninguna que no lo sea. La dosis diferencia a un veneno de una medicina”. (Von der Besucht, Paracelso, 1567).
Esto incluye, también, a las sustancias naturales.
Y no estuvo equivocado, si alguien ingiere cincuenta veces más cafeína que la que contiene un pocillo de café, se muere. Si se comen 5 kg de espinaca, la cantidad de ácido oxálico que contiene provoca un daño irreversible a los riñones. Altas cantidades de vitamina D producen sordera, cálculos renales y hasta la muerte. Incluso ingerir 6 litros de agua en un corto tiempo provoca que los riñones no den abasto, lo que lleva a un desbalance electrolítico que produce la muerte.
50 g de sal de mesa matan si uno los ingiere.
Entonces si se sustituye el término “agroquímicos” por “agrotóxicos” bien estaría cambiar “condimentos” por “saborizantes tóxicos”.
El glifosato no es ajeno a esta regla de toxicidad, si se toman ratas de laboratorio y se aplica por cada una 5 gramos, por vía dermal, mueren la mitad de ellas (Dosis letal mediana [DL50]). Para lograr un efecto similar bastaría reemplazar el glifosato por solo 3 g de sal de mesa o 2 g de vitamina A por animal.
Pero el uso de dicho agroquímico está puesto hoy en tela de juicio por haber sido incluido, por la Agencia Internacional sobre Investigación del Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la categoría “probables cancerígenos del Grupo 2ª”. Por otro lado, un artículo de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (CASAFE) dice que “otras entidades serias afirman que la IARC no realizó nuevas pruebas para reclasificar al glifosato, sino que se valió de experimentos anteriores, que seleccionó solo algunos de ellos y que no tomó en cuenta otros seriamente realizados que demuestran lo contrario y que la Agencia de Protección del Ambiente (EPA) de Estados Unidos y el Instituto Alemán de Evaluación del Riesgo (BfR)- este último a pedido de la Unión Europea- estudiaron el glifosato durante cuatro años y concluyeron que no era cancerígeno.”
(http://www.casafe.org/pdf/PP%20COMUNICACIONAL%20Glifosato%20y%20IARC%20final.pdf).
(http://www.glifosato.es/gtf-statements/declaracion-del-gtf-sobre-la-reciente-decision-de-iarc-en-relacion-con-el-glifosato).
Aun así, en base a esta inclusión en la lista de la IARC, diversos ambientalistas han salido a proponer que se legisle para prohibirlo o para restringir su uso. Se esgrimen, además, afirmaciones acerca de que en poblaciones rurales, en los habitantes de la periferia, ha aumentado la ocurrencia de casos de cáncer por estar expuestos a las pulverizaciones aéreas de los campos vecinos. Un caso emblemático, en el cual basan sus reclamos, es el de Monte Maíz, una localidad de Córdoba, en la que se detectaron una proporción de enfermos de cáncer superior a la media y que atribuyen al glifosato. Pero un estudio realizado por profesionales de la Universidad de Córdoba determinó que la ocurrencia de la enfermedad se distribuye uniformemente en la localidad, sin que haya un patrón que indique que en los habitantes de la periferia la misma sea más frecuente.
(http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/monte-maiz-los-casos-de-cancer-se-distribuyen-en-todo-el-pueblo).
También aducen que tanto profesionales del agro, como funcionarios públicos que defienden su uso y abogan por su inocuidad lo hacen por estar, de alguna manera, cooptados por la empresa Monsanto, supuestamente, la principal beneficiaria por la comercialización de dicho agroquímico.
Voy a abordar el tema por sus distintos ángulos intentando utilizar el sentido común.
Afirmar que los intereses de Monsanto hayan cooptado voluntades implica aceptar que las voluntades puedan ser cooptadas. Entonces ¿por qué no pensar que otras multinacionales europeas, tan o más poderosas que la estadounidense, que han quedado afuera del negocio de la soja resistente al glifosato, no están cooptando voluntades para denostarlo? No tengo el conocimiento para afirmar si una u otra cosa está sucediendo por lo que este aspecto lo voy a dejar simplemente en la pregunta realizada. Solamente acoto que la patente del glifosato hace tiempo que es pública por lo que ya no es un agroquímico exclusivo de Monsanto sino que numerosas empresas chinas e indias lo fabrican y comercializan.
Con respecto a la toxicidad del glifosato, el producto actúa en las plantas anulando la actividad de una proteína que no se encuentra en los animales. Por lo tanto para los humanos su toxicidad es baja.
Aún si fuese tóxico para nosotros me surge otra pregunta: ¿Cómo llega el glifosato a nosotros? ¿Cómo tomamos contacto con él?
Es un producto de muy baja volatilidad, por lo que la posibilidad de que llegue a nosotros en forma de vapor es prácticamente nula. Podemos estar compartiendo una habitación con un envase de glifosato sin que nos pase nada. Podemos caminar sobre un terreno al que se le ha aplicado el producto, sin que llegue a nosotros. La denuncia más común es que en las aéro aplicaciones en los campos lindantes a los cascos urbanos se producen derivas que llevan el producto a los habitantes de ellas.
Esto ha llevado a solicitar que se establezcan bandas de seguridad de 500 e incluso 1.000 m de ancho. No sería extraño encontrar que en algún caso de mala praxis el caldo pulverizado haya llegado a un poblado. Pero más que restringir su uso sería mejor controlarlo. Además, para establecer la distancia de la restricción (zona buffer) propongo analizar estudios sobre el tema como el Modelo de cuantificación de plaguicidas en aire que realizó el ingeniero agrónomo Daniel Igarzábal profesor titular de la Cátedra de Zoología Agrícola de la Facultad de Ciencias Agropecuarias Universidad Católica de Córdoba, en el cual determinó que durante una aplicación aérea, tomando muestras del aire a 22 m de distancia de la misma, a favor del viento en condiciones extremas para la práctica (viento de 12 km/h), utilizando 10 veces la dosis de uso, la cantidad de agroquímico medido fue muy por debajo (entre 70 y 200 veces menos) de los límites de tolerancia y haciendo la misma medición, pero 40 minutos más tarde, no se hallaron rastros de la sustancia (http://cultivarargentina.com/ampliada.asp?pagina=nota_ampliada¬a=18264).
De hecho la regulación de las aplicaciones aéreas ya ha sido estudiada y establecida por el Ministerio de Agricultura de la Nación.
(http://www.minagri.gob.ar/site/agricultura/_pdf/Pautas_sobre_Aplicaciones.pdf)
¿Cuánto glifosato puede llegar a entrar en contacto con nosotros? En el peor de los escenarios, es decir acostándonos sin ropas en el terreno donde se hace la aplicación, mientras esta se está realizando, nos llegaría a nuestra piel 200 miligramos de producto (1.750 veces menos que la dosis letal mediana para un cuerpo de contextura normal), por lo que es muy difícil creer que alguna gota perdida en los arrabales de un poblado pudiese ser demasiado dañina.
Otra de las cosas que intentan que se prohíba es el almacenamiento de glifosato en lugares urbanos ¿Cuál sería el peligro de ello? Como dije el glifosato no es volátil, por lo que estar cerca de un envase no reviste peligro alguno. Se puede tener veneno para ratas en la alacena del lavadero y no por eso, cuando uno va a enjuagar los calcetines, va a morir envenenado. El glifosato no es uranio enriquecido que emite radiación a su alrededor. Se puede alegar que podría haber problemas de derrames, pero eso es válido no solo para el glifosato, sino para muchas sustancias más que se almacenan en diversos lugares. Inclusos para aquellas que la IARC incluye en la misma lista de probables cancerígenos, tales como los combustibles (nafta, gasoil), la brea, el extracto de Aloe vera, los pickles, el café, el vidrio decorativo y los aceites lubricantes (http://monographs.iarc.fr/ENG/Classification/vol1_112.php).
Por último, los argumentos de los ambientalistas acerca del aumento de la frecuencia de casos de cáncer en localidades ligadas al campo ¿Están basados en estudios serios? ¿Los casos se deben al uso de glifosato? ¿Hay arsénico en el agua? ¿Toman mucho mate esas personas? O son peluqueros o cocineros de papas fritas. Porque en el mismo listado de “probables” cancerígenos de la IARC, están incluidos el mate caliente, el oficio de peluquero y el de freidor ¿Se puede opinar tan ligeramente sobre algo tan serio?
La humanidad se encuentra frente a un desafío muy grande: dentro de 15 años la población será de más de 8.000 millones de personas; habrá que producir 1.000 millones más de toneladas de alimentos por año. La Argentina y, en particular, nuestra zona, tendrá un gran protagonismo en eso. No podemos dejar de lado las tecnologías que ayuden a tal emprendimiento simplemente por pareceres. Debemos ser serios cuando opinamos o exigimos legislaciones.
En los próximos 40 años el mundo deberá producir la misma cantidad de alimentos que se produjeron en los 10.000 años anteriores. No habrá que hacerlo a cualquier costo pero tampoco dificultarlo sin información ni sentido común.
Rody Moirón