Esperando el momento de la oferta
Juan Pablo Galleano – Puertos S.R.L. | ESPECIAL PARA AGROEDUCACIÓN
Desde mediados del año pasado los mercados de soja y maíz no dejan de recibir impulsos bajistas, que en el último mes se hicieron aún más fuertes, en especial el de la oleaginosa.
Podemos citar la ya prolongada “guerra comercial”, los amplios stocks, la cosecha argentina, la fiebre porcina en China; y en los últimos días se agregó el condimento del clima que retrasa la siembra de maíz en Estados Unidos, suponiendo que esto traiga como consecuencia un corrimiento de posible área sembrada del cereal, hacia la soja. Incluso, invitamos a agudizar el ingenio para sumar más motivos y excusas que justifiquen la debacle de precios.
Todos datos que contribuyen a deducir que la oferta sería cada vez más abundante, ante una demanda constante o, porque no, en declive.
Si encima nos focalizamos en la realidad del mercado argentino, muy presionado por la logística de campaña, vemos que los precios retrocedieron a niveles que hace unos meses resultaban impensados, a la vez que transformarían en rojos los números de cualquier planilla de cálculos, que se muestre con rindes promedio.
Por el lado del maíz, con su volatilidad tradicional, propia de un mercado netamente exportador, y librado a los vaivenes de la logística de buques, todavía parece tener por delante unos días más de “competencia” con la soja, por los tiempos de cosecha; generando una resistencia en cuanto al sostenimiento del precio. Pero el camino que le espera es inexorablemente el de la baja, una vez que se produzca el empalme con el maíz de segunda, y la recolección en Brasil.
En ambos productos, el tipo de cambio viene a maquillar una realidad que en moneda constante, resulta preocupante.
Algunas estimaciones aseguran que al menos el 50% de la producción de soja debería ser vendida entre los meses de abril y mayo, para lograr que los productores se “pongan al día”. Y para colmo, resonaron los rumores de modificaciones (siempre negativas) en las terribles retenciones, por suerte desmentidos.
Pasados los meses de cosecha, sería de esperar, que venga el tiempo en que la oferta se retraiga, y el efecto retención empiece a jugar un papel más importante en los mercados.
Probablemente, una pregunta que se deben estar haciendo aquellos que no pusieron precio a sus granos podría ser:
A donde estaba mirando cuando la soja valía u$s 280 para la posición mayo 2019, y el maíz a u$s 175, para marzo y abril 2019?
Ese es el poder de los mercados, que a veces da oportunidades, otras veces revancha, como cuando aún con todos los pormenores descriptos, podíamos obtener al menos u$s 250 por la soja noviembre, hace apenas un mes y días; pero en otras tantas ocasiones, castiga a quienes no supieron cerrar sus cuentas.
Entonces, ahora no queda otra que esperar al momento de la oferta, en donde tire de tal forma que la demanda se deba esforzar para poder obtener el producto a valores más interesantes. Pero así como todos los sucesos que llevaron a estos bajos niveles de precios fueron, al menos en parte, impredecibles, también lo es, el tiempo que llevará su recuperación. Las realidades económicas y financieras de cada actor de la cadena de producción y comercialización, marcarán el ritmo.
Al maíz le queda una chance, como dijimos, antes de caer. No sería bueno dejarla pasar.