Vemos que avanza la 22/23 y la superficie de siembra de soja y maíz se muestran comprometidas por costos, precios y disponibilidad de humedad e insumos, estos dos últimos, de los principales riesgos que enfrentan ambos cultivos. En lo que a insumos se refiere, conocemos que maíz depende mucho más que soja, de la aplicación de fertilizantes para alcanzar potenciales de rendimientos.
La semana pasada salió publicado un informe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, respecto del mercado de fertilizantes y el efecto que podría tener en el mismo a nivel local, la medida de cupos a las importaciones de parte del Banco Central de la República Argentina (BCRA)
En dicho informe, advierten que el efecto combinado de suba de precios internacionales de fertilizantes y cupo a las importaciones, podría llevar a un potencial recorte de importaciones de fertilizantes que represente menos de la mitad del volumen necesario para la producción de granos, comparado con las últimas dos campañas. Por tal motivo la superficie de siembra de maíz podría verse seriamente comprometida, de no resolverse la limitante de disponibilidad de este insumo clave.
El contexto local muestra un escenario en el que las alternativas financieras son complejas, los costos muy elevados, y las perspectivas de rendimiento y precio para la 22/23 muy inciertas, por lo que el análisis tranquera adentro velará por comprometer menor inversión y apostar a una mayor rentabilidad. Si la inversión para producir maíz es el doble o más que para producir soja, si no se dispone de financiamiento ni fertilizantes suficientes para llevar este cultivo adelante, y además la humedad del perfil de suelo muestra limitaciones para la época de siembra, principalmente del maíz temprano, no es de extrañar que haya cambios en los niveles de rotación, y muchos lotes, que hubieran sido destinados a maíz, pasen a soja. Para que esto no pase, debieran asegurarse algunos mecanismos comerciales y financieros que promuevan la siembra de este cereal, así como enfocar el manejo de híbridos y épocas de siembra, para enfrentar las limitaciones climáticas.
Los cupos de importaciones establecidos por el BCRA obedecen a la escasez de divisas del país, que lleva a promover el ingreso y desacelerar el egreso de las mismas. Vale entonces hacer dos importantes observaciones, por un lado, el ingreso de divisas del complejo sojero y del maíz, y por otro, los compromisos de exportación de maíz asumidos desde nuestro país.
En la subsecretaria de mercados agropecuarios de la nación, pueden verse la evolución de exportaciones de los diferentes complejos de granos para el primer semestre del 2022. El precio de exportación (FOB) promedio del grano de maíz exportado en la primera mitad de este año, fue de U$S 249/TN, considerando que más del 99% de exportaciones del complejo maicero corresponden a grano. En cuanto a soja, 97% de las exportaciones del complejo sojero corresponden a aceite y harina de soja, por lo que se calcula un precio promedio de exportación, considerando el porcentaje de aceite y harina obtenidos por tonelada de soja, que resulta en U$S 673/TN según los precios obtenidos de enero a junio 2022. La cosecha 21/22 arroja un rendimiento promedio de soja de 26,6 qq/ha, mientras de maíz, hasta ahora, según las proyecciones de cosecha, alcanzaría 67,1 qq/ha. Los precios promedio de exportación y los rendimientos promedio nacionales, pueden usarse para calcular el potencial ingreso de divisas al país de una hectárea de soja, en U$S 1.790/ha, y de maíz, en U$S 1.671/ha, es decir que cada hectárea de soja ofreció U$S 119 más que la hectárea de maíz. Viendo estos números de forma pragmática, no hay incentivos para desarrollar mecanismos que apuesten a solucionar las limitaciones de importaciones de insumos, específicamente de fertilizantes, para alentar la implantación de maíz, y estaríamos frente a un escenario de escasez de fertilizantes y de alentar a través de esto a un crecimiento de superficie de soja, en desmedro del maíz.
Veamos ahora los compromisos de exportaciones de maíz, según los registros de declaraciones juradas de ventas al exterior del Ministerio de Agricultura. Para el maíz 21/22, que aún resta más de 18% del área por cosechar, hay casi 33 millones de toneladas comprometidas a la exportación, lo que, para una cosecha estimada en 49 millones de toneladas, deja un saldo de 16 millones, de los que más de 2,5 ya están comprados por la industria, con más de 7 meses por delante hasta la próxima cosecha de maíz. Por otro lado, hay casi 6,3 millones de toneladas de maíz 22/23 comprometidas para exportar entre marzo y mayo del 2023, significa que al menos debieran cosecharse más de 6 millones de toneladas de maíz temprano entre esos meses. Este año se logró más del doble de ese volumen entre marzo, abril y mayo, pero la pregunta es si el año que viene, con las limitaciones planteadas, habrá maíz temprano para cumplir con estos compromisos, y en caso de haberlo, cuanto más maíz 22/23 puede comprometerse a la exportación en fechas tempranas, considerando el estrecho saldo de maíz 21/22 con el que entraremos a la próxima cosecha, y las fuertes amenazas climáticas y tecnológicas que deberá enfrentar este cereal para expresar rendimientos.
Conclusiones: La visión pragmática de los números, nos lleva a proyectar un escenario de tensión para el maíz local, con poco incentivo desde la macroeconomía local, los altos costos, la disponibilidad de insumos y el clima. Al menos en el plano local, el maíz tiene un horizonte alcista, dado que los compromisos de la exportación son altos, y las amenazas para reducir la producción también, esto se resume en alta demanda y escaza oferta, que resulta en suba de precios.
En otras oportunidades se ha mencionado sobre la importancia del maíz en los sistemas productivos que agregan valor a nivel local, y que Argentina es el único país del mundo que exporta más del 70% de su producción local de maíz, mientras el resto de los países exportadores de maíz como grano, comprometen entre 15 y 35% de su producción, agregando valor al mayor porcentaje del cereal producido. El precio promedio de exportación es una gran simplificación, que no muestra el límite que significaría para el desarrollo de empresas que agregan valor, como carnes, leche, huevos, etc., disponer de un menor volumen de maíz a precios altos, que llevarían a continuar con la escalada de precios del resto de la cadena, hasta el consumidor final.
Es de esperar que el precio promedio exportado por una hectárea de maíz versus de soja, no sea el motivo y/o la justificación, para no ofrecer propuestas superadoras al problema de importaciones y de incentivo a la siembra de este cereal, ya que un límite de corto plazo al egreso de divisas, se traducirá en más límites para desarrollar empresas que eleven el ingreso de divisas en el corto y mediano plazo.
Por Marianela De Emilio | INTA Las Rosas y Docente AgroEducación