Hay una frase muy popular que expone: “El mejor remedio para los precios altos, son los precios altos”. Dadas las complejas variables predominantes, el uso de esta frase estaría leyendo tan solo una parte de la ecuación; por un lado, la guerra, el clima y los biocombustibles, y por el otro lado, la inflación.
La crisis geopolítica que se genera por la invasión de Rusia a Ucrania, incluyendo las sanciones lideradas por Europa y EEUU contra los rusos, tiene un alcance y extensión que podría extenderse en el tiempo. Mientras Europa lo padece, China toma ventaja y ha importado niveles récords de productos desde Rusia en lo que va desde el inicio de las sanciones.
Con una 3rar Niña consecutiva, los productores de esta parte del mundo siguen bajo tensión. En el caso de EEUU, los precios ya tienen una prima muy positiva, sustentada en una sólida demanda doméstica (biocombustibles principalmente con presión para permitir un E15 para el verano norteamericano) y una reticencia a vender muy fuerte en especial ante los pronósticos de calor. Estos pronósticos también llegan a Europa, que ya no tiene el ingreso fluido de cargas de su proveedor natural, y se aumenta el nerviosismo en los próximos días.
La mayor demanda por biocombustibles se sustenta en la suba del crudo generada por el conflicto, que ya era una tendencia predominante de los últimos ciclos en post de cumplir los objetivos ambientales de cara al 2030. En el contexto actual, un mayor uso de granos para su producción encuentra en límite en la reducida oferta de granos, poniendo sobre la mesa las discusiones el clásico alimentos vs biocombustibles.
Los niveles actuales de precios también tienen implícita la inflación global. La reciente suba de la tasa por parte de la Reserva Federal de 75 puntos, es el mayor incremento desde 1994. La agresividad en la lucha contra la inflación puede moderar el efecto precio sobre los granos, que anduvieron coqueteando con los valores máximos del 2012, pero si se ajustan por inflación, estamos aún muy lejos de esos valores. Este mayor costo del USD tiene un efecto sobre deudas y reservas internacionales, y lógicamente, podría afectar la capacidad financiera de muchos compradores.
Los importadores ya vienen administrando sus compras, y se evidencia, por ejemplo, con más ventas de maíz desde Argentina al norte de África, quitándole lugar a Brasil y EE.UU. Esta semana China canceló negocios a EE.UU. y compró a Brasil, su origen más barato hasta septiembre. Esto pone una señal de alerta sobre los 59 MTn que EEUU exportaría de poroto de soja en este ciclo.
Desde Argentina, es el aceite la que ha crecido en espacio en las DJVE (Declaraciones de Ventas al Exterior), que al 10 de junio indican que las ventas de poroto de soja son un 66% inferiores a igual fecha del año pasado, y que no llegan ni al millón de toneladas. Para la harina, es un 30% inferior a igual fecha del año pasado, pero el aceite, ese diferencial acumula una suba del 12%. Esta situación podría generar demanda adicional en caso que la administración actual aumente la mezcla permitida de biodiesel para compensar faltantes de gasoil. Los cereales van por otro carril, con una gran capacidad de seguir exportando a pesar de las cuotas, brechas y demás distorsiones que debe enfrentar el productor local.
En esta necesidad de asegurarse área, los precios de nueva cosecha siguen firme, y está la oportunidad de cerrar márgenes favorables 22/23 acompañando la baja internacional de fertilizantes. Con un potencial riesgo de corrección del precio, se deben cerrar márgenes y para lo que no se venda, aprovechar la flexibilidad en la cobertura que dan las opciones.
Estamos ante un punto de inflexión en el comercio global de alimentos, donde todos los países deben repensar su rol. Esta amplia reorganización se extiende no solo a la producción de energía y granos, sino también a los fertilizantes, transporte, reglas de comercio y biotecnología. El nuevo orden mundial es una incógnita a resolver.
Por Dolores Rodríguez Pareja | Responsable de Research en MGMSA