Por Manuel Alvarado Ledesma | Economista
Es habitual que el presidente cite el pensamiento de Juan Bautista Alberdi. Milei se muestra convencido de las ideas alberdianas. Ello brinda una clara pauta sobre el devenir y cómo establecerá las políticas económicas, donde el agro cumple un papel central.
Alberdi, a mediados del siglo XIX, efectúa un análisis detenido del pasado histórico de las provincias rioplatenses, y de la forma en que las leyes establecidas por las autoridades del momento afectan los hábitos de los pueblos atrapados por la cultura colonial.
Propone un cambio, mediante un marco legal inspirado en el liberalismo. En su obra, se lee una serie de reformas, de origen político, económico y social. Al mismo tiempo, efectúa una dura crítica sobre la realidad poscolonial, la escasa libertad y el avasallamiento de los derechos de propiedad.
Una vez establecido tal marco liberal, la generación del 80, pese a sus múltiples errores y su carácter elitista, logra llevar al país desde una etapa de estancamiento y de luchas fraticidas a una de acelerado progreso que, lamentablemente, empieza a evaporarse en la década de 1940. En esta década, comienza una aguda intervención estatal, muy especialmente en el comercio ligado a la actividad agraria, que apunta a una acelerada industrialización por sustitución de importaciones.
El abandono del pensamiento de Alberdi, con prácticas limitantes al proceso productivo y comercial, de escaso respeto a las instituciones inclusivas y bajo el capricho del Ejecutivo, caracteriza los años siguientes a tal década.
Con el paso del tiempo, la sociedad pierde el rumbo. Y con ello, también, su libertad. Como dice Immanuel Kant, «el hombre es libre si sólo tiene que obedecer a las leyes y no a las personas».
Surge así una dirigencia autoritaria e instituciones excluyentes que minusvaloran el derecho de propiedad para beneficio de algunos y en desmedro de la gran parte del pueblo. Empieza a perder valor la ley, para dar lugar a la fuerza populista, que apunta solo al presente como si el mañana no fuera a llegar jamás.
Friedrich von Hayek lo expresa claramente cuando dice que los líderes populistas pretenden saber más que las propias personas aquello que le conviene a cada uno. Califica a esta posición como la “fatal arrogancia”.
El liberalismo funda sus raíces en la Escuela de Economía de Salamanca cuyo padre es el sacerdote español Francisco de Vitoria quien basa sus argumentaciones en Santo Tomás de Aquino (siglo XII). La de Salamanca es la primera que sistemáticamente trata el asunto de los derechos humanos, de las libertades personales así como la defensa férrea del mercado y el derecho de propiedad.
Siguiendo la línea salamantina, Adam Smith y otros defienden la libertad individual y la de comercio, lo que abre las puertas a la división del trabajo que conduce a nuestro país a la exportación de productos agrícolas y ganaderos.
Milei se nutre de estas ideas y, al conocer la Escuela Austríaca de Economía de mediados del siglo pasado, adhiere fervientemente a su pensamiento. Javier Milei sigue a rajatabla tal Escuela, merced a la lectura, entre otros, de Ludwig von Mises, Fiedrich von Hayek y Murray Rothbard, que continúa la corriente de Salamanca y de Smith.
La producción agraria necesita de mercados libres para brindar su enorme potencial, sobre todo en materia de capital humano y social. En tal caso, la pregunta es si Milei realmente defenderá a capa y espada la libertad de mercado y la reducción del Estado.
La duda surge porque por el momento hay signos contrarios. Una cosa es el discurso y otra, enfrentar la realidad. Lo afirma el teorema de Baglini de donde surge que las convicciones de los políticos son inversamente proporcionales a su cercanía al poder; y que cuanto más se acerca un político al poder. más se aleja del cumplimiento de sus promesas de campaña.
Al respecto, español Jesús Huerta de Soto, representante de la Escuela Austríaca, de la Universidad Rey Juan Carlos, afirma que Milei a diferencia de otros líderes como Bolsonaro o Trump, es un auténtico defensor del libre mercado, en tanto que los primeros son proteccionistas y manipuladores del mercado monetario.
Entonces, a la hora de la acción… ¿Milei es realmente alberdiano?
La realidad se impone y el tiempo es breve. Determinadas acciones, como la de los derechos de exportación, pueden interpretarse negativamente, pero hay un cierto optimismo que viene de su fuertísima adhesión a la Escuela Austríaca.
La meta es reducir el gasto público y elevar los ingresos con una mistura de medidas mediante baja de subsidios y suba de derechos de exportación.
Por el momento, las medidas económicas se basan en dos anclas, la cambiara y la fiscal, que han producido un shock económico y social.
A la violenta devaluación de este mes, le sigue un programa de depreciaciones a un ritmo del 2% mensual. Ello induce a vender, para la exportación, todo lo que se pueda hoy.
En cuanto a la fiscal, aumenta la presión fiscal con un fuerte recorte de gastos, fin de lograr el equilibrio financiero en 2024 lo que implica una mejora de más de 5% del PBI.
El ajuste tan fuerte lleva a la recesión y así se reduce la demanda de divisas al tiempo que el salto cambiario incentiva a las exportaciones que a su vez recibirá el impacto positivo de una mejor cosecha, lo que permitirá recuperar reservas internacionales.
Lo debatible acá es la forma en que implementarían las medidas recientemente anunciadas por Milei en cadena nacional. ¿Por qué?
Pues porque todo Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) es contrario, al ignorar la división de poderes, al pensamiento del liberalismo. Con acierto, Hayek nos alerta sobre los peligros a que están expuestas las democracias si no tienen clara conciencia de sus límites.
Todo DNU revela la decisión unilateral del Ejecutivo y, por lo tanto, tiene bases débiles y de dudosa perdurabilidad.
Es entendible el apuro. Pero hay peligros en el camino: el principal es la perdurabilidad de las medidas aplicadas mediante un decreto. Y que la “fatal arrogancia” paute el comportamiento del Ejecutivo.
Para que las medidas, adoptadas y por adoptar, logren la deseada perdurabilidad urge mucha docencia y explicación a la gente de los beneficios de la desregulación y de la libertad y mantener una fluida relación con el Congreso a fin de institucionalizarlas.
Lo perdurable surge de la base.
Por Manuel Alvarado Ledesma | Economista
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