En un reciente seminario, ya con presencia de público, sostuvimos que en los últimos dos años, y pese a la pandemia, había aumentado un 40% en términos reales el gasto de los argentinos en carne vacuna. También indicamos que no sabíamos de dónde habían salido los ingresos necesarios para dicho incremento en el gasto (cantidades consumidas por precio), ya que se había producido también en los últimos dos años una fuerte caída de los ingresos reales de la población.
Debido a ello, la actualidad marca una de las peores relaciones de la historia entre salarios y precios de la carne vacuna.
Un especialista en consumo, que estaba en el panel de conferencistas, acotó que en los últimos dos años grandes sectores de la clase media habrían renunciado en la práctica a la adquisición de departamentos, automóviles o a realizar viajes al exterior, porque su costo se había vuelto inalcanzable para los ingresos argentinos. Por eso, se habría producido una suerte de “reasignación” del gasto familiar, en buena medida a favor de las gratificaciones más directas o inmediatas, como la gastronomía o el turismo local, que muestran hoy una notable recuperación.
En la Argentina, la carne es mucho más que un alimento: es una fuente de sociabilidad y de placer.
Prosiguió el especialista: “El precio de la carne al mostrador, en fuerte alza en términos reales en los últimos dos años, es una señal clara de aumento de la demanda, porque ese alto precio refleja el mayor interés por el producto”.
Destacó también: “El atraso cambiario y el congelamiento de tarifas también estarían aumentando el ingreso disponible de las familias para el gasto en alimentos”.
En gran parte de Occidente se ha dado otro fenómeno: durante la cuarentena aumentó la demanda de carne para consumo en los hogares, que se sostuvo después cuando aflojó la pandemia; luego se recuperó el canal de food service, dando lugar luego a una demanda total mayor y a precios al mostrador más altos que antes del Covid-19. No se perdió el aumento de la demanda en los hogares y se recuperó gran parte de la demanda del canal de food service.
“Hay quien se arriesga a sostener inclusive que miles de consumidores en todo el mundo, recluidos en sus casas, aprendieron nuevas formas de cocinar la carne, o probaron cocinar cortes vacunos que antes no consumían”, observó el especialista
EL GIGANTE CONSUMIDOR
En los primeros cuatro meses del año, las importaciones de China de carne porcina fueron de 560 mil toneladas, un 65% inferiores a las de igual período del año pasado.
Las compras de carne vacuna, por su parte, en enero-abril fueron de 702 mil toneladas, sólo un 12% inferiores a las del año pasado.
En el mercado doméstico chino hay una superabundancia de carne de cerdo, con precios muy bajos al mostrador, que afecta decisivamente a las importaciones de este producto.
La demanda incremental por carne vacuna, en cambio, debe y deberá ser satisfecha en su casi totalidad por importaciones, porque China no tiene ventajas comparativas ni competitivas para producir carne bovina.
China consume anualmente 53,3 millones de toneladas de carne de cerdo, de las cuales solo 3,3 millones (6%) son importadas, mientras que el consumo de carne vacuna es de 10,3 millones de toneladas, de las cuales 3,1 millones de toneladas (30%) provienen del exterior.