Por Marianela De Emilio, Ing. Agr. Msc. Agronegocios – INTA Las Rosas
Argentina fue atravesada por la alegría de un mundial de futbol, que deja mucho más que una copa y una estrella en la AFA. Da la vuelta al mundo el mensaje de un equipo unido y los resultados que pueden lograrse cuando la dirigencia es clara y hay talento en equipo que responde a ella.
Algo que, aún a quienes no sabemos de futbol, nos maravilla de nuestra selección, es la habilidad de cada jugador y del equipo, para retener la pelota y jugarla en una combinación de talento individual y coordinación grupal, que logra atravesar las barreras en busca de un gol. En Argentina, sin embargo, un país con destacadas habilidades individuales, si hay algo que muestra deficiencias es la coordinación de esas individualidades entre sectores. Evidencia de esto es la vulnerabilidad de nuestra balanza comercial, cuyo ingreso de divisas está fuertemente influenciado por la exportación de materias primas, condicionadas por el clima y el mercado internacional de commodities, mientras las exportaciones de productos con valor agregado son proporcionalmente mucho menos relevantes. El egreso de divisas por importaciones, por el contrario, se compone de productos de alto valor agregado. Ser deficitarios entonces es una consecuencia de no fortalecer y promover el avance de nuestras producciones sobre la cadena de valor junto al desarrollo de mercados de exportación.
Ø Materias primas – granos:
La sequía, que atraviesa al país por tercera campaña consecutiva, deja mucho más que pobres resultados en la cosecha de cultivos de invierno, como lo es el trigo, y mal inicio de los cultivos de verano, como lo es soja y maíz, en gran parte de nuestro territorio. El clima adverso ha dejado en evidencia la deficiente administración de reservas públicas del país, y la gran dependencia nacional de las exportaciones de granos y cereales, con mínimo o nulo agregado de valor, al punto de ver el stock de granos como stock de Dólares para recomponer las delgadas reservas del país.
Hoy estamos a medio camino de la cosecha de trigo, que avanza sobre más del 50% de la superficie, con una proyección de cosecha que podría ser la más baja de los últimos siete años y un rendimiento nacional que podría ser el más bajo de las últimas dos décadas. También estamos a medio camino de la siembra de soja, que avanza apenas por encima del 50% de superficie proyectada, con retrasos del -14% respecto al avance del año pasado a estas fechas, y maíz, con un avance de siembra inferior al 43% y un retraso mayor al -5% respecto al año pasado a igual fecha. Las lluvias pronosticadas para la época de fiestas navideñas, podrían frenar el deterioro de los cultivos de verano, pero la incertidumbre es muy grande y hay una cosecha por delante que amenaza con no ofrecer los volúmenes que las deficitarias reservas de Dólares necesitan en nuestro país.
Esta realidad es una de las amenazas más importantes para enfrentar el 2023, pero también refleja la debilidad que mostramos como país, con una deficitaria coordinación entre los distintos sectores, productivo, industrial, exportador, que resulta en esfuerzos estériles por sumar valor a nuestra producción primaria. Veamos algunas evidencias de deficiencias en la coordinación entre sectores, para avanzar en el desarrollo del país.
Agregar valor a través de procesos de molienda seca, que transforman trigo en harina, y a través de la cría y engorde de animales, que transforman maíz, soja y subproductos en carnes, son algunos de los caminos más frecuentes que se recorren para avanzar sobre la cadena de valor de las materias primas.
Ø Molienda de trigo – exportación de harina:
Argentina, durante las últimas dos décadas, duplicó sus molinos harineros, pasando de 80 a más de 170 molinos, y de una capacidad instalada de molienda inferior a 7 millones de toneladas de trigo, a 13 millones. Esta mayor capacidad de agregar valor al trigo no fue acompañada por crecimiento del consumo local de harina, que prácticamente no tuvo variación, y tampoco por el desarrollo de condiciones comerciales, para promover el crecimiento de mercados de exportación de harinas de trigo. Tradicionalmente los países que compran harina argentina, son los que pertenecen al MercoSur, pero la molinería no logra superar barreras como altos costos logísticos y fiscales, que le quitan competitividad hacia destinos extra Mercosur, dejando a nuestro país fuera de la mayoría de negociaciones con potenciales clientes. La consecuencia de esta deficiente coordinación entre el crecimiento de capacidad instalada molinera y condiciones comerciales e institucionales para crecer en competitividad exportadora, es que la industria muele al 50% de su capacidad instalada, no más de 6 millones de toneladas de trigo anual, quedando el otro 50% ocioso, con una producción de harina que no alcanza 5 millones de toneladas. Las inversiones realizadas para ampliar la capacidad de molienda, no se realizaron entonces, coordinadamente, con los sectores responsables del diseño de políticas públicas, para dar curso a esa potencialidad productiva.
Argentina entonces, tradujo la mayor producción de trigo de los últimos años, en mayor exportación de grano de trigo y no en mayor molienda. Las exportaciones de trigo pasaron de menos de 3 millones a más de 13 millones de toneladas, mientras las exportaciones de harina de trigo, apenas crecieron de 100 mil toneladas a más de 600 mil, cuya proporción no supera 16% de la harina producida en el país, es decir que el fuerte del mercado molinero sigue siendo el mercado local.
Si comparamos el precio de exportación de la harina respecto del trigo, puesto sobre el buque (FOB), en ocasiones logro un valor 70% por encima del precio del trigo, y más frecuentemente alcanza valores 50% superiores al del trigo.
Argentina debe enfocarse en las limitaciones que, primero fomentaron inversiones para ampliar capacidad instalada de molienda, y luego no fomentaron el desarrollo de mercados de exportación. La competitividad exportadora se logra con buenos productos y costos de transacción, logística e impuestos, que permitan arribar a un precio de exportación que pueda competir con otras harinas en el mundo.
La capacidad instalada ya está ampliada y el desafío es elevar los volúmenes de harina exportada y el precio de exportación del complejo triguero.
Ø Producciones pecuarias – exportación de carnes:
La evolución productiva de maíz y soja, dos granos usados como insumo principal para el engorde de animales de carne, ha sumado más de 35% de volumen de cosecha los últimos seis años. El crecimiento productivo de las carnes (bovina + porcina + aviar), sin embargo, no creció más de 25% los últimos años, es decir, no ha aumentado la producción de carnes al ritmo que lo ha hecho la producción de granos, consecuencia de límites para crecer o iniciarse en la producción pecuaria.
Cuando vemos la evolución de volúmenes exportados del conjunto de granos de soja y maíz, y harinas de soja, insumos forrajeros, tenemos que Argentina ha elevado sostenidamente la exportación de estos productos, que representa más del 70% de su producción. En cuanto a las exportaciones de carnes, que, aunque se han duplicado los últimos tres años, es un aumento que no logra traccionar una mayor producción local de carnes, y solo representa 1% a 2% del total de carnes producidas.
Cuando se observa el precio agregado de exportación del conjunto de granos y harina de soja, versus el precio agregado de exportación de las tres carnes, tenemos un valor de la tonelada exportada que multiplica hasta 12 veces el precio exportador de las carnes respecto a granos y subproductos.
Cuando el sector que produce carnes, se expresa respecto a sus limitaciones para crecer hacia la exportación, se refiere a pérdida de competitividad por un tipo de cambio bajo para exportar y alto para afrontar costos productivos, así como cargas fiscales y logísticas, que desincentivan al sector a sumar desarrollos comerciales de exportación.
Conclusiones: La alta capacidad productiva local y el pobre crecimiento de productos agroindustriales y agroalimentarios, así como las altas proporciones de exportación de granos y subproductos con bajo agregado de valor, versus mínimos volúmenes de harina y carnes exportados, que resulta en limitado ingreso de divisas, por los menores valores de la tonelada exportada en los primeros respecto de los segundos, es producto de falta de coordinación entre sectores. El deficiente desarrollo de políticas públicas que fomenten la competitividad exportadora de los eslabones que van desde los establecimientos productores de harinas y carnes, hasta el arribo a los buques de exportación, ralentiza el crecimiento de exportaciones con mayor valor agregado, y reduce el ingreso de divisas por tonelada exportada.
El talento individual está, se demuestra por la capacidad de duplicar la capacidad instalada de molienda en solo dos décadas, y por el sostén productivo de carnes, a pesar de los embates locales y globales, pero la búsqueda de estrategia entre sectores, la coordinación de acciones que impacten en la competitividad de productos con agregado de valor, es una debilidad manifiesta en el bajo nivel de desarrollo de valor, bajo nivel de reservas y alta dependencia del país de una cosecha de granos. El desafío es aprender la lección que nos dio nuestra selección de futbol, armar un equipo de país unido, coordinando individualidades para ganar la copa del desarrollo.
Por Marianela De Emilio, Ing. Agr. Msc. Agronegocios – INTA Las Rosas